jueves, 30 de julio de 2015

Garrucha, por el poeta Álvarez de Sotomayor


Poeta Álvarez de Sotomayor
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Garrucha fue, seguramente, musa de inspiración de poetas en muchos momentos del pasado. Por sus calles pasearon figuras tan destacadas como D. Luis Cernuda Bidón, D. Francisco Aquino Cabrera, D. José Durbán Orozco, D. Antonio Cano Cervantes, D. José Martínez Álvarez de Sotomayor... Precisamente este último es el que nos concierne en esta presente entrada del blog. 

Álvarez de Sotomayor nació en Cuevas del Almanzora en 1880 en el seno de una familia acomodada. Joven despierto con inquietudes culturales, pronto consagró su vida a lo que de verdad le gustaba: la literatura y la música. En Garrucha fijó su residencia de veraneo, como buena parte de la alta sociedad de la época. En el vibrante municipio levantino, donde en su época dorada se reunía lo más granado de la cultura y la intelectualidad almeriense, entró en contacto con otros relevanes poetas como Durbán o Cano Cervantes.

Durante sus estancias en La Pequeña San Sebastián en compañía de buenos amigos, compuso probablemente muchas de sus poesías, como la que se expone a continuación. Con ocasión del estreno de su drama "La Seca", el poeta Álvarez de Sotomayor recitó el siguiente poema dedicado a Garrucha, el 6 de abril de 1924, en el Teatro del municipio, como puede leerse en el libro Obras Completas

GARRUCHA

Bella playa levantina
que tienes la gracia fina
que da la sal de los mares.
La que alumbra sus espacios
con los hilos de topacios
de sus efluvios solares.
La de tardes que sonríen;
la de noches que deslíen
los diamantes de su luna
sobre las ondas serenas
que vienen contando penas
de la otra playa moruna.

La que arriesga sus marinos
en los locos torbellinos
de sus rudas marejadas.
La de mujeres morenas
como sus finas arenas
por los soles calcinadas.

La que tendida en un monte
tiene por limpio horizonte
besos de mar y del cielo.
La que arrulló con sus olas
tristezas que lloro a solas
porque no tienen consuelo.

La que ha mecido en sus brisas
rumor de besos y risas…
y suspiros… y promesas…
que encendieron mis amores
y aún arde a aquellos fulgores
mi corazón en pavesas.

¡Bella playa levantina
que tienes la gracia fina
que da la sal a los mares.
La que alumbra sus espacios
con los hilos de topacios
de sus efluvios solares!

Dile a tu sol africano
cuando vista soberano
sus regias galas de fuego,
que sin su aliento fecundo
ando errante por el mundo
como un ciego.

Di a tus hijas pescadoras
de negros ojos de moras
con el alma nazarena,
que a la paz de sus hogares
he de llevar los cantares
de mi pena.

Dile a los claros luceros
que iluminan los senderos
de Dios hacia el infinito,
que son mis noches eternas
y oscuras como cavernas
de granito.

Dile a aquella que me amaba
y en mi boca deshojaba
de sus labios las corolas,
que soy en amor constante
como el batir incesante
de tus olas.

Di, que llorando añoranzas,
sólo vivo de esperanzas
apartado de tus lares,
¡mientras mi vista se pierde
en busta del tono verde
de tus mares!

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