viernes, 12 de febrero de 2016

D. Diego Burruezo Ayora (1810-1874). Parte II


Como ya contábamos en la parte I de su biografía, el 27 de octubre de 1841 fue nombrado Oficial 9º de la Administración Principal de Correos de Barcelona. Asimismo, el 2 de octubre de año siguiente fue ascendido por orden de S.M. La Reina a Oficial 8º.

Jamancios. Barcelona, 1843
En estos primeros años de la década de 1840, Barcelona se veía inmersa en una ola de revoluciones de carácter progresista y a las que D. Diego Burruezo no fue ajeno. La Jamancia fue una insurrección de corte liberal del ala más radical del republicanismo catalán que se produjo en agosto de 1843  al sentirse engañados con los prometidos objetivos democráticos y de reforma social que el General Prim les había manifestado para que Barcelona apoyara el pronunciamiento contra el Regente Espartero durante el mes de mayo anterior, y que creyeron fue una simple estratagema para que se unieran al movimiento revolucionario. Unos cuantos empleados de Correos de Barcelona apoyaron la insurrección, entre ellos Don Diego, que fue nombrado segundo al mando de la sublevada Administración General de Correos de la ciudad condal. Finalmente, Prim fue el encargado de reprimir la revuelta, que duró hasta el mes de noviembre, y la ciudad fue duramente bombardeada desde el castillo de Montjuic, aunque recientes estudios indican que la orden no provino del mencionado General, sino del Capitán General de Cataluña, D. Laureano Sanz.

Por su participación en dicha revuelta, Don Diego Burruezo fue represaliado y cesó, a principios de octubre de 1843, como empleado del ramo de Correos por mandato del Gobierno Provisional de España. En esta situación se encontró durante toda La Década Moderada (1844-1854). Ante esta realidad de desempleo, regresó al levante almeriense a finales de 1843, donde pudo abrazar nuevamente a sus hermanos y visitar la tumba de sus padres, ya que desde 1830 permanecía fuera de su casa natal. En los años que permaneció en el levante de Almería, se asoció a la Casa Comercial que su hermano D. Manuel Berruezo estaba levantando en Garrucha. Así pues, se compró una casa en este municipio (entonces todavía pedanía de Vera) y se introdujo en la naciente inversión minera, que empezaba a producir enormes beneficios a aquellos que se adentraban en este sector. Se conoce que fue, al menos, accionista de la Mina Misericordia (1845), situada en Sierra Almagrera (Cuevas del Almanzora), y Vicepresidente de la Sociedad que pretendió explotar la Mina Seis Hermanos, situada en la misma Sierra, constituida por su hermano Don Manuel Berruezo Ayora en 1843.

En el verano de 1854, Don Diego Burruezo se encontraba en Madrid, procedente de Requena (Valencia), donde algunos de sus hijos habían nacido. En la capital del Reino participó activamente en la revolución, conocida como la Vicalvarada, que puso fin al gobierno de los moderados y dio paso al llamado Bienio Progresista (1854-1856). Don Diego, tirando de su veteranía como Teniente retirado de Caballería y su afinidad ideológica con los liberales progresistas, se puso rápidamente al servicio de los sublevados, que triunfaron. Por su actuación en dicho Levantamiento Nacional, fue agraciado en 1855 con el nombramiento de Capitán de Caballería por la Reina Isabel II, auspiciado por el General D. Leopoldo O’Donnell.

Llegados los progresistas al poder y, por tanto, cambiado el signo político del gobierno que lo había represaliado, Don Diego solicitó en agosto de 1854 el reingreso como funcionario. Así pues, el 12 de septiembre de dicho año, mediante Real Decreto, la Reina Isabel II lo nombró Oficial 3º de la Administración Principal de Correos de Lérida. Iniciaba de nuevo su carrera profesional, llegando a ostentar en la década de 1860 el importante empleo de Administrador de las estafetas ambulantes del ferrocarril del Norte y de la de Madrid-Barcelona. Las estafetas ambulantes eran los trenes correos.

Finalmente, Don Diego Burruezo Ayora falleció en Madrid el 2 de mayo de 1874, a la edad de 63 años. En la conmemoración del día del inicio de la Guerra de la Independencia expiró aquel que vino al mundo en el transcurso de la misma, casualidades de la vida. Se le dio sepultura en el cementerio de la Sacramental de San Lorenzo de la capital. Concluía la vida de un destacado miembro familiar, de un hombre de su tiempo comprometido con la causa liberal y el progresismo.

Como homenaje póstumo a este célebre personaje dejemos la melodía del Himno de Riego, que tanta significación debió tener para él, aquel himno monárquico constitucional de la época fernandina que cantaban los bravos soldados isabelinos en sus marchas durante la Primera Guerra Carlista y que fue el ritmo que exaltaba el corazón de las revoluciones populares. 



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