sábado, 3 de septiembre de 2016

Don Pedro Berruezo Gerez, el Alcalde del pueblo


D. Pedro Berruezo Gerez. Hacia 1906
Col. José Berruezo García
Cortesía María Luisa Alías Berruezo
Este año se han cumplido 110 años desde que don Pedro Berruezo Gerez comenzara su andadura como Alcalde de Garrucha allá por el año 1906. Llegó a la Presidencia del Ayuntamiento a una edad relativamente joven, 34 años, y con unas ganas terribles de trabajar por el bien del pueblo.

Pertenecía a los Regeneracionistas de Garrucha emanados tras el Desastre del 98 y supuso en cierto modo un cambio en las hasta entonces turnistas políticas locales. Era sabia nueva y procedía de buen árbol, pues conviene recordar que su padre, D. Francisco Berruezo López, fue todo un prócer liberal de tendencia republicana en el municipio. Precisamente de él aprendió valores excelsos como patriotismo, abnegación, honestidad u honradez. Todo ello, unido a una gran vocación de servicio público y filantropía, hizo de don Pedro Berruezo uno de los políticos garrucheros más importantes y queridos de la primera mitad del siglo XX.

A lo largo de los 15 años que estuvo al frente del Ayuntamiento, en diferentes periodos (1906 a 1914, 1916, 1918 a 1923 y 1931), destacó por ser un Alcalde muy social. Le tocó regir el municipio en una época muy difícil, pues tuvo que bregar con la gran crisis económica y paro que se originó en Garrucha por la paralización de las actividades comerciales e industriales como consecuencia de la Primera Guerra Mundial. 

Algunas de las medidas populares tomadas bajo su mandato y a su propuesta fueron:

  • La reactivación de obras públicas para mitigar la falta de trabajo.
  • Que las familias pudientes de Garrucha socorrieran económicamente a los pescadores y cargadores/descargadores más necesitados, si por motivo del mal tiempo en la mar no podían ganarse el jornal.
  • Que el Ayuntamiento se hiciese cargo de la manutención de aquellas familias que hubiesen quedado sin medio de subsistencia debido a la marcha de sus hombres a la Guerra de África y en el caso de ser insuficientes los fondos municipales, se solicitaba la solidaridad de las familias acomodadas de Garrucha. 
  • También aumentó la plantilla médica para reforzar la asistencia gratuita a los más desfavorecidos.

Su casa, situada en la calle Obispo Orberá, era un reguero continuo de garrucheros con problemas de toda clase en demanda de la bondad de don Pedro. Manirroto sin medida, auxilió a todo aquel que le pidió ayuda. En el hall de entrada a su domicilio siempre hubo unos grandes cestos de esparto con alimentos de primera necesidad para todo aquel que lo necesitase. Además, costeó muchos pasajes a aquellos padres de familia que decidieron emigrar a Orán, Argentina u otros lugares en busca del trabajo que escaseaba en Garrucha. También, cuando el temporal de levante hacía imposible que los pescadores pudieran faenar durante días y, por tanto, imposible ganarse su sueldo, remitía a la casa de los marineros una ayuda económica. Tampoco olvidar que en aquellos años de gran penuria para Garrucha, concedió decenas de préstamos a vecinos necesitados, los cuales nunca jamás reclamó.

Alejado de las tiranías caciquiles propias de su época, siempre defendió a la clase obrera, erigiéndose motu proprio como su protector. En 1914 asumió la Presidencia de la Unión Obrera, un importante sindicato garruchero de cargadores y descargadores de mar y tierraComo Presidente de esta Sociedad trató enérgicamente de mejorar las condiciones morales y materiales de los obreros, así como de velar porque en los trabajos y faenas en que se ocupasen se les considerase y se les pagase en la forma y cuantía que merecían sus esfuerzos y sacrificios. También procuró establecer centros de instrucción para fomentar el desarrollo intelectual de los trabajadores y proporcionar enseñanza gratuita a los hijos de los mismos. Asimismo, siempre facilitó a todo obrero que lo necesitase médico, medicinas y alimentos en las enfermedades que pudiesen sufrir ellos o sus familiares.

Sin lugar a dudas fue un hombre muy querido en la Garrucha de su época, cuyo eco hasta hace no mucho tiempo perduraba entre los más mayores del pueblo. Filántropo en mayúsculas, pudo aumentar sus años como Alcalde, aunque los vaivenes políticos y su elevado sentido democrático se lo impidieron. No colaboró con la Dictadura de Primo de Rivera, por lo que fue defenestrado de la Presidencia del Ayuntamiento en 1923; la II República lo apartó del poder pues lo tachó de “viejo Alcalde monárquico” pese a haber ganado limpiamente las elecciones de abril de 1931 y haber tomado posesión como el primer Alcalde de la naciente República, a la que reconoció; en la Guerra Civil estuvo a punto de ser asesinado por la sinrazón de algunos exaltados milicianos, después de toda una vida dedicada a ayudar a la clase obrera; y no quiso saber nada del Régimen Franquista cuando intentaron reponerlo al frente del Ayuntamiento en 1939. En tan duros momentos, todavía el noble don Pedro Berruezo daría muestras de su generosidad y ausencia total de rencor pues llegó a testificar a favor de un vecino, que fue Alcalde comunista de Garrucha y miembro del Comité Revolucionario durante la Guerra, para evitarle la pena de muerte. 

Persona de gran prestancia, una de las últimas frases que dijo poco antes de morir en 1952, y que refleja su talante democrático, fue: “La mejor forma de gobierno para un pueblo civilizado es la democracia”.

Vista del Ayuntamiento de Garrucha en la época en la que D. Pedro Berruezo fue Alcalde. Primer tercio del siglo XX
(Extraída de reedición Historia de Garrucha. Edición: Juan Grima Cervantes)


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