jueves, 6 de octubre de 2016

Así conocieron los almerienses la tragedia del Titanic


El RMS Titanic zarpando de Southampton el 10 de abril de 1912

El naufragio del RMS Titanic sigue siendo el desastre marítimo más conocido de todos los tiempos.

Han pasado más de 100 años desde que el Titanic se fue al fondo del mar y todavía hoy día todo el mundo que se precie conoce la historia de este malogrado trasatlántico. Las diversas películas y documentales que se han hecho sobre la catástrofe han refrescado la memoria sobre esta tragedia marítima y la han llevado a una fama sin precedentes en la historia naval.

Las circunstancias que envuelven al Titanic, como son ser el buque más grande y lujoso de su tiempo, ocurrir el fatídico hundimiento en el viaje inaugural, el elevado número de víctimas, los actos heroicos y miserables que se vivieron en su tragedia, el romanticismo que irradia la época, etcétera, siguen atrayendo como un poderoso imán a miles de interesados.

A nosotros en la actualidad nos es fácil obtener cuanta información deseemos sobre el naufragio del Titanic, basta con navegar en Internet y encontraremos decenas de páginas dedicadas a la historia del vapor. Pero, ¿cómo conocieron nuestros abuelos en Almería la catástrofe del Titanic?

El RMS Titanic, el trasatlántico más grande y fastuoso jamás construido por el hombre, despertó gran fascinación en el mundo y en Almería no fue menor el interés. La prensa almeriense dio buena cuenta sobre la vida del “buque de los sueños”. Por ello, nuestros antepasados estuvieron muy bien informados sobre las vicisitudes del Titanic, desde la epopeya constructiva del vapor hasta las estremecedoras noticias de un naufragio que les conmocionó en su época y que todavía hoy sigue compungiéndonos el alma.

En mayo de 1909 se publicó en La Crónica Meridional de Almería la noticia de que la Compañía White Star Line iba a construir el Titanic:

El trasatlántico más grande
Un barco de 60.000 toneladas
Thomas Andrews, ingeniero naval
responsable de la construcción del
Titanic, pereció en la catástrofe.
Los records de potencia, dimensiones y velocidad en los mares pertenecen actualmente a los grandes trasatlánticos «Lusitania» y «Mauretania», de la Compañía inglesa Cunard, de Liverpool, cuyos buques hacen en cuatro días y varias horas la travesía de Queenstown a Nueva York.
Otra Compañía angloamericana, la White Star Line, ha fijado el criterio de construir barcos de dimensiones extraordinarias, con una velocidad constante de 20 nudos, obteniendo una marcha más regular que en los buques Cunard y grandes comodidades para el pasaje.
La White Star posee buques enormes: el «Celtic», el «Cedric» y el «Baltic», de desplazamiento superior a 20 mil toneladas.
Actualmente la citada Compañía construye en los astilleros de Belfast el mayor trasatlántico del mundo, que hará el viaje a los Estados Unidos en cinco o seis días.
El «Olympic» tendrá 305 metros de largo, cinco más que la Torre Eiffel de París, y desplazará 60.000 toneladas.
Después del «Olympic», la White Star construirá el «Titanic», de las mismas dimensiones.
Estos buques podrán llegar a bordo a 5.476 personas: 700 tripulantes y 4.776 pasajeros.
El «Olympic» y el «Titanic» tendrán ascensores eléctricos, compartimientos de cierre automático, calefacción eléctrica, telegrafía sin hilos, campanas submarinas, triple juego de hélices, accionadas por motores mixtos; turbinas y cuantos refinamientos del lujo y del «confort» pueda apetecer el pasajero más exigente.
(La Crónica Meridional, Almería, 5 de mayo de 1909)
Dos años más tarde se dio cuenta en el mismo periódico de la botadura del vapor en el astillero de Belfast:

Ante más de 20.000 espectadores y en medio de atronadores aplausos, fue botado felizmente al agua en la dársena del arsenal de la casa constructora Harland and Wolf de Belfast el grandioso vapor correo trasatlántico de tres hélices «Titanic», que con su hermano «Olympic», ya listo para navegar, son los dos buques mercantes más grandes que existen a flote.
Tiene el «Titanic» 882 pies ingleses de longitud, desplaza 60.000 toneladas y tendrá una marcha de 21 nudos por hora. Está dispuesto de modo que pueda ser transformado en caso necesario en crucero explorador para la armada nacional inglesa. Es dicho vapor, según los expertos, el buque más perfecto que en su clase tiene la marina mercante británica.
(La Crónica Meridional, Almería, 25 de junio de 1911)
El Titanic zarpando del muelle de Southampton
el 10 de abril de 1912
En su viaje inaugural, el Titanic zarpó de Southampton el 10 de abril de 1912 y, tras recalar el Cherburgo (Francia) y Queenstown (Irlanda), puso rumbo a Nueva York. A su bordo iban más de 2.200 personas. Sin embargo, lo que debió haber sido un apacible viaje de poco más de 4 días surcando el Atlántico Norte acabó en tragedia. A las 23:40 horas del 14 de abril, el coloso buque chocó contra un iceberg, a unos 600 Km de la costa de Terranova (Canadá), en su lado de estribor. Con cinco de sus dieciséis mamparos afectados, el vapor comenzó a inundarse. El Titanic se iba a pique de manera irreversible. Pese a que la tripulación hizo lo posible para evacuar al pasaje, los botes salvavidas eran insuficientes, por lo que se originó una elevada mortandad. A las 2:20 horas de la madruga del 15 de abril, el Titanic se hundió definitivamente en el Océano Atlántico, no sin antes haberse partido en dos. La tragedia dejó un balance de más de 1500 muertos, lo que constituye una de las catástrofes marítimas más funestas de la Historia.

La primera noticia publicada en la prensa de Almería sobre el naufragio del Titanic está fechada al día siguiente de su hundimiento:

Telegrama sensacional – Un naufragio
Esta madrugada se ha recibido un sensacional telegrama de Londres, anunciando el naufragio en las costas de Terranova del paquebot inglés «Titanic», el cual conducía dos mil pasajeros.
El accidente obedeció a haber chocado la nave con un banco de hielo.
Según el citado despacho, el miércoles salió de Southampton, y a su bordo iba el director de la poderosa Compañía naviera White Star Line, tres banqueros, tres diputados, el general Donald y otras significadas personalidades.
Noticias posteriores que han sido recibidas, tranquilizaron los ánimos.
La rapidez con que funcionaron los aparatos radiográficos, hicieron acudir al lugar del siniestro varios trasatlánticos.
El accidente ocurrió a las nueve de la noche y el capitán con una gran energía dominó la alarma que se apoderó de todos. A pesar de que el buque lentamente se hundía, se salvó todo el pasaje y la tripulación.
El «Titanic», reparadas provisionalmente las averías, siguió su viaje lento remolcado por un vapor inglés.
(La Crónica Meridional, Almería, 16 de abril de 1912)
Como ha podido leerse y cómo era de esperar, dada la inmediatez, lo acelerado y la confusión de noticias del naufragio, la nota de prensa está bastante alejada de la realidad. En los días sucesivos se irán aclarando las noticias del malogrado Titanic.

Ilustración de época alusiva al hundimiento del Titanic

En los periódicos de Almería tales como La Crónica Meridional, La Independencia, El Popular… se publicaron decenas de artículos y notas sobre la catástrofe marítima a lo largo del mes de abril y mayo. No obstante, y para no cansar al lector con escritos redundantes y reiterativos, seleccionaremos algunos artículos y fragmentos ilustrativos:

 […] Entre los pasajeros que han perecido figuran los siguientes españoles: Ramón Arta, Julián Víctor Peñasco y señora, José Brito, Julián Padrós, Florentino Emilio y Asunción Durán.
Créese que también ha perecido el capitán del buque Mr. Smith.
La radiografía no dejó de funcionar hasta el momento de hundirse el barco.
El «Titanic» era un buque de gran número de toneladas y valía 75 millones. Llevaba a bordo un millón de libras esterlinas de piedras preciosas y perlas por valor cada una de 120 libras. Los equipajes se evalúan en 10 millones.
(La Crónica Meridional, Almería, 17 de abril de 1912)


Cabecera de artículo publicado en La Independencia (Almería, 18/4/1912)

Despachos de Nueva York refieren nuevos detalles del naufragio del magnífico trasatlántico «Titanic».
La compañía White Star dice que a bordo del «Titanic» iban dos mil doscientos pasajeros y solo se salvaron setecientos setenta y cinco.
El steamer «Olympic» comunica que el vapor «Carpathia» llegó al rayar el alba al lugar de la catástrofe, encontrando únicamente los restos del buque.
Añade que el «Titanic» se hundió a las dos y veinte minutos de la mañana, salvándose 675 personas, en su mayoría mujeres y niños.
La noche última se produjeron escenas desgarradoras ante las oficinas de White Star, impresionando los lamentos de las personas que tenían deudos a bordo.
Entre los supervivientes figura Bruce Ismay, copropietario de White Star.
Las pérdidas del «Titanic» se calculan en 120.000 libras esterlinas.
Llevaba varios millones en plata.
Un radiograma del «Olympic» dice que el «Carpathia» tomó rumbo a Nueva York, llevando a su bordo 868 supervivientes.
El despacho refleja temores respecto a la suerte que pueden haber corrido los restantes náufragos.
(El Popular, Almería, 19 de abril de 1912)
Los supervivientes del Titanic
Desde Nueva York nos trasmiten a Londres la noticia de haber llegado a aquel puerto sin novedad el trasatlántico «Carpathia» con los supervivientes de la catástrofe del «Titanic».
El espectáculo fue conmovedor.
Los náufragos hacen relatos emocionantes, confirmando que el capitán se suicidó en el momento de hundirse el buque.
Millares de personas recibieron en el puerto al «Carpathia».
Cuentan los supervivientes que el choque del barco fue rudísimo y que el frío sentido en aquellos montes era intensísimo.
También hacen grandes elogios de la tripulación, que organizó con gran orden los salvamentos, en el momento que el buque comenzó a hundirse.
El salvamento empezó por las mujeres y los niños. Muchas se negaban a abandonar sus maridos, abrazándose a ellos.
Los oficiales mataron a tiros a tres italianos que se negaban a abandonar uno de los botes.
Terminado el salvamento de mujeres dio comienzo el de hombres; después se hundió el buque.
El momento fue sublime porque la nave estaba iluminadísima. La tripulación entonó el himno inglés.
El capitán y el ingeniero jefe se suicidaron en el  momento de desaparecer el barco; el remolino que produjo en el agua fue tan enorme, que creyeron que peligraban las lanchas llenas de náufragos.
En el fondo se oían ayes desgarradores; las lanchas lucharon denodadamente.
Los supervivientes que alcanzan a 835 pasajeros, unos fueros salvados en ropas menores y otros en trajes de etiqueta. Cuatro de ellos fallecieron a bordo del «Carpathia».
Entre los españoles salvados se encuentran la esposa del señor Peñasco, Julián Padrós, Emilio Pallés y Florentina y Asunción Durán.
El presidente de la República de Francia Mr. Fallieres y el Rey don Alfonso han enviado a Londres sentidos telegramas de pésame por tan horrorosa catástrofe.
Se asegura que el «Titanic» no tenía botes para salvar la tercera parte del pasaje que llevaba.
(La Crónica Meridional, Almería, 20 de abril de 1912)
[…] He aquí el relato del naufragio del «Titanic», según los tripulantes del «Carpathia» y los pasajeros de aquel buque salvados por éste.
Navegaba el «Titanic» llevando una velocidad que no excedía de dieciocho nudos, al tropezar con el enorme iceberg causante de la hecatombe. El buque fue desgarrado por el iceberg, desplomándose entre montañas de hielo, que lo aplastaban, inmediatamente después.
Los marinos del «Titanic» permanecieron, sin embargo, heroicamente en sus puestos, procurando que se salvara el mayor número posible de personas.
No es exacto que para imponerse y ser obedecida, la oficialidad del buque tuviese que realizar numerosos actos de violencia.
Sólo mataron los oficiales a tres italianos que disputaban a las mujeres las canoas de salvamento.
Varias de estas canoas fuéronse a pique por culpa de los náufragos, que a toda prisa y sin la menor prudencia ocupáronlas.
[…] En tal instante (el hundimiento), hallábanse en la cubierta del trasatlántico más de mil hombres, que asidos maderos que flotaban permanecieron gritando mucho tiempo.
Al producirse el hundimiento, algunas canoas estuvieron en grave peligro de ser arrastradas por el «Titanic».
La señora Peñasco, salvada, ignora lo que ha sido de su esposo.
Todos los pasajeros del «Titanic», salvados por el «Carpathia», muéstranse agradecidísimos a las extremadas atenciones que en este barco se les han dispensado. Muchos, al ser recogidos por los tripulantes del «Carpathia», hallábanse en traje de etiqueta. Otros estaban medio desnudos y alocados no cesaban de gritar. A los niños subióseles a bordo del «Carpathia» en sacos. En este buque dióse a todos los náufragos comida caliente. Cuatro de ellos murieron hallándose ya en el «Carpathia» […]
(La Independencia, Almería, 20 de abril de 1912)
Incluso se dio cuenta de que era la última travesía que realizaba el veterano Capitán del Titanic, Edward Smith, antes de jubilarse, después de décadas surcando los mares.

Edward Smith, Capitán
del Titanic, pereció
en el naufragio
Nuevos despachos recibidos de Londres, participan que el capitán que dirigía el «Titanic» cuando ocurrió el naufragio, realizaba su último viaje antes de jubilarse.
Había pedido a la compañía armadora que antes de retirarse de la profesión, le concediese el honor de mandar el «Titanic» en el primer viaje que éste hacia a New York.
(La Independencia, Almería, 19 de abril de 1912)
Con estos y otros artículos similares conocieron los almerienses la catástrofe del RMS Titanic y sus circunstancias, así como las historias personales de algunos de los millonarios que perecieron, como la de John Jacob Astor IV, multimillonario americano cuya fortuna se valoró en más de 80 millones de dólares de la época.

Pasado el tiempo se dieron las cifras finales: 1514 fallecidos y 709 supervivientes. Una tragedia sin precedentes, siendo considerado el mayor naufragio ocurrido en tiempos de paz. El número de víctimas pudo ser mayor de no haber contado el Titanic con radiotelégrafo para dar aviso a otros buques de su agónico final y a la rápida actuación del Carpathia que, aunque a gran distancia, puso rumbo a toda máquina hacia el lugar del siniestro y pudo rescatar a los supervivientes que se encontraban en los botes y que llevaban horas a merced del gélido frío del Atlántico Norte esperando les socorriesen.

Uno de los botes supervivientes del Titanic fotografiado desde el Carpathia

Una vez más, el Hombre aprendió una sabia lección: ante la naturaleza no hay máquina ni invento del ser humano que pueda serle rival. Un mero témpano de hielo echó a pique un buque considerado en su época como insumergible.

Por último, transcribir uno de los tantos relatos que se publicaron en la prensa sobre la catástrofe del Titanic y que describe de manera excepcional los últimos momentos del trasatlántico:

La pluma se resiste a retratar aquella espantosa hecatombe; el gigante, coloso de los mares, se había encontrado con el coloso hielo, y la inmensa mole se iba a pique; el Titanic se hundía. El mar invadía como potente alud las lujosas cámaras, los fastuosos comedores, los magníficos salones de oriental ornamentación engalanados. Y el capitán y los oficiales, en aras de su deber, volaban en auxilio de los infortunados náufragos; y los insuficientes medios de salvamento fueron botados al agua, y las mujeres y niños ocuparon el puesto de honor en las frágiles canoas. Y cuando sonaron los últimos besos y se dieron los últimos abrazos; cuando no apuntaban aún los primeros tornasolados arreboles de la aurora, y la noche cubría con su manto funeral a aquellos 1600 sentenciados a morir que permanecían en la flotante sepultura; cuando el oleaje barría furioso la cubierta del coloso agonizante… hubo allí algo grande, sublime, algo divino que es imposible describir.
La orquesta preludió torrentes de inefables armonías que rasgaron los espacios; los instrumentos músicos prorrumpieron en tremendo y acompañado sollozo… suspiros y risas, colores y notas que morían en la inmensidad. Y el himno de la Esperanza brotó cadencioso, dulce y tristísimo de los 1600 sentenciados, y los acentos de “Más cerca de Ti, Dios mío; más cerca de Ti, Señor!”, levantándose fervientes de los labios de la muchedumbre, subieron como aromático incienso hasta el trono de Jehovah, y aquella ardiente lamentación, en algo semejante a la súplica de un niño que quiere correr al regazo de su madre, halló eco y acogida en el Alcázar de la Misericordia.
Y el sabio que no creía, creyó entonces; el escéptico ya no dudó, y yo vi rezar a muchos que hacía bastantes años no sabían lo que era una oración; yo vi hundirse y desaparecer bajo las olas aquel ejército de la Muerte con los ojos fijos en el Cielo, y la fe en el corazón, y los labios murmurando aún la última plegaria…

(La Independencia, Almería, 19 de agosto de 1913)

No hay comentarios:

Publicar un comentario