miércoles, 16 de noviembre de 2016

Cuando la noticia de la «Octubrada» llegó a Garrucha


Otra vez los partidarios del eterno pretendiente D. Carlos de Borbón, el hombre más funesto de la España del siglo XIX, se han alzado en armas al grito de Dios, Patria y Rey.
Invocan el nombre de «Dios» los asesinos, los intransigentes, los fanáticos; guerrean al grito de «Patria», ellos que la han ensangrentado tantas veces, y que son sus más encarnizados enemigos; reconocen como Rey a quien ha dado tantas pruebas de ineptitud, eterno conspirador sin otros alientos que los precisos para recorrer, cual judío errante, las principales ciudades de Europa, dando «sablazos» para reclutar carne de cañón, que lava con su sangre su imbécil falta de creer en «Carlos chapa», mientras este pronuncia el consabido «ahí me las den todas», muellemente arrellenado en su despacho del Palacio de Loredan.
Otra intentona de los enemigos de nuestras libertades.
Otro paso atrás en el camino de la regeneración y del progreso.
¡Pobre España!
(El Eco de Levante. Garrucha, 8/11/1900)
Carlos VII, pretendiente al trono de España
Esta alarmante noticia pudieron leer los garrucheros en su periódico local el 8 de noviembre de 1900. No es de extrañar las duras palabras que le dedica la redacción del semanario al levantamiento carlista, pues era de ideología liberal e incluso algunos de los familiares de los redactores, como el abuelo de don Bernardo Berruezo, habían combatido heroicamente en las filas isabelinas durante las Guerras Carlistas.

Por momentos se temió lo peor, parecía que España se iba a enzarzar en la cuarta guerra civil de su desastroso siglo XIX.

Esta insurrección, también conocida como «octubrada», fue iniciada por algunos seguidores del pretendiente Carlos VII el 28 de octubre de 1900 en la localidad de Badalona (Barcelona), y pronto se extendió por otros municipios de Cataluña, Alicante y Valencia. Dicho día, una partida de 60 hombres al mando del exaltado carlista José Torrents atacó el Cuartel de la Guardia Civil de Badalona al grito de «¡Viva Carlos VII!». Sin embargo, en el intenso tiroteo, la benemérita abatió a Torrents y los sublevados emprendieron la huida, frustrándose así el intento de tomar el Cuartel.

Aunque la sublevación se extendió, como se ha comentado, a otros puntos de España, no contó con la autorización de los jefes carlistas ni del propio Carlos VII y fue sofocada rápidamente por las tropas gubernamentales. Todo parece indicar que fue fruto de algunos cabecillas locales del carlismo que, amparados en el gran descontento social por la pérdida de las colonias de ultramar en 1898 y las “nefastas” políticas seguidas por la Reina Regente, propiciaron el levantamiento al margen de sus líderes.

Esta intentona tuvo duras consecuencias para el carlismo, pues el Gobierno clausuró sus círculos y su prensa en España. Además, se produjeron registros de domicilios de destacadas personalidades de esta ideología y detuvieron a significados carlistas, como a don Salvador Soliva, General Jefe del Ejército de Carlos VII en Cataluña.


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