viernes, 9 de diciembre de 2016

La otra Garrucha: hambre, miseria y pobreza



Grupo de cortijeros. Hacia 1920. Fotógrafo: Giménez de Cisneros
(Extraída del libro Memoria histórica, fotográfica y documental de Garrucha (1861-1936). Vol. II)

Detrás de la Garrucha de la opulencia, los bailes de salón, las lujosas fiestas, los Casinos, los viceconsulados y los respetables hombres de negocios, se encontraba la Garrucha sobre la cual se cimentaba toda la acción del capital: mineros, jornaleros, criados, pescadores, labradores… miles de personas que luchaban diariamente por tener algo que llevarse a la boca, que trabajaban de sol a sol para poder sobrevivir.

En Garrucha se estima que el 70% de la población pertenecía al estamento proletario, mientras que el resto se repartía en una pequeña clase media y una minoritaria alta burguesía que se había hecho rica al calor de la minería y el comercio. Esta apabullante mayoría proletaria no era un hecho único de Garrucha, pues en la mayoría de los municipios del levante almeriense, y del resto España, se vivía una situación muy similar.

Por otra parte, se dio la circunstancia de la fuerte inmigración que tuvo a lo largo del siglo XIX, pues el municipio en pocos años multiplicó su población de manera abrumadora. La localidad pasó de contar con 2116 habitantes en 1860 a albergar 6337 en 1910, un aumento de más de 4200 personas en apenas 50 años, es decir, un crecimiento poblacional de casi el 200%. La rada del municipio, como puerto de embarque de productos agrícolas y mineros, generaba una enorme cantidad de trabajo, lo que hizo que muchas familias de los pueblos del interior y de la costa levantina decidieran establecerse en Garrucha. Sin embargo, un municipio que se reduce a un pequeño casco urbano, donde las casas de los acaudalados comerciantes e industriales se situaban en las principales calles de la población, hizo que «los pobres» ocuparan los barrios altos y las cimbras abandonadas del Martinete y San Jacinto, donde se hacinaban en condiciones miserables e insalubres, proclives a padecer todo tipo de enfermedades.

Gracias a un informe del Vicecónsul inglés D. Jorge Clifton Pecket, que fue publicado en el Diplomatic and consular report on trade and Finance (Spain), London, 1902, se pueden conocer algunos de los salarios (masculinos) de la clase obrera en esa fecha:

Salario diario
Pesetas
Marineros (carga y descarga)
4
Estibadores (carga y descarga)
3
Mineros picadores
2
Mineros jornaleros
1,75
Maestros albañiles
3,50
Albañiles
3
Jornaleros
2
Mozos
1
Carpinteros
3,50
Oficiales de carpintería
3
Trabajador agrícola
1,50

El salario medio de un jornalero en la Garrucha de principios del siglo XX era de 2,50 pesetas, prácticamente el mismo entre 1860 y 1922. ¿Era este sueldo diario suficiente para la subsistencia? La respuesta nos la da el presupuesto obrero que se publicó  en “La información oral en Madrid” de la Comisión de Reformas Sociales (1889), en el que se detallan los gastos diarios para cubrir las necesidades básicas de una familia proletaria de tres individuos:

Gastos
Pesetas
Casa
0,50
Pan, 2 kg
0,72
Carbón, 1 kg
0,23
Desayuno compuesto de café y leche
0,36
Comida del mediodía

Garbanzos, 125 gramos
0,12
Carne, 250 gramos
0,50
Tocino, 72 gramos
0,15
Verdura, ½ kg
0,08
Cena

Carne, 250 gramos
0,50
Patatas, ¾ de kilo
0,12
Aceite, 125 gramos
0,24
Luz, aceite mineral
0,10
Jabón y varios
0,25
Tabaco
0,10
Total diario
3,97
Total anual
1449,05

Y el texto continua diciendo: «Los días laborables al año, descontados los 67 festivos, son 298, que, a razón de 2,50 pesetas de jornal, término medio, dan un resultado de 745 pesetas. Resumen: viviendo con la economía posible para no morirse de hambre, una familia proletaria gasta al año 1449,05 pesetas, y gana el jefe de ella, suponiendo que trabaje todos los días laborables del año 745 pesetas. El déficit al año es de 704,05 pesetas. Y téngase en cuenta que no he puesto gastos para enfermedades y vestir…».

A la vista de lo comentado, en Garrucha, como en el resto de España, los salarios de la clase proletaria eran insuficientes. Esta carestía económica llevó a las mujeres a trabajar fuera del hogar por sueldos irrisorios comprendidos entre 10 céntimos a 1 peseta, a pesar de desempeñar empleos, en muchas ocasiones, similares a los hombres. Además, estaba la prole: tener una cantidad de hijos considerable, pues aunque eran más bocas que alimentar, también eran una fuente de ingresos extra para la familia, ya que el trabajo infantil era práctica común en la época.

Sin embargo, dentro de lo lamentable de la situación de la clase obrera, Garrucha se distinguía por poseer una burguesía y una clase política sensible a las necesidades de los más desfavorecidos. Una mezcla de humanidad, compasión y valores cristianos hacía que la caridad hacia los llamados «pobres» fuese una constante en su historia. Periodistas, comerciantes, industriales, políticos, ingenieros, médicos… asistían a los más necesitados dentro de sus posibilidades, ya fuese a título personal o colaborando en rifas benéficas, cooperando con los requerimientos solidarios del Ayuntamiento, etc. Entre ellos destacaron la Condesa de Algaida y don Pedro Berruezo Gerez por su gran abnegación y filantropía. (Ver: Don Pedro Berruezo, el Alcalde del pueblo)

No obstante, la asistencia de la clase pudiente a la proletaria fue insuficiente dada la cantidad de almas desvalidas. Además y para más inri, su situación no hizo más que empeorar con los años. La Primera Guerra Mundial (1914-1918) ocasionó un fortísimo impacto en la economía garruchera. Los países beligerantes en la Gran Guerra, que tenían altas inversiones e intereses económicos en el levante almeriense, cesaron su actividad. Garrucha, basada principalmente su economía en la exportación nacional e internacional de productos agrícolas y mineros, se vio arrastrada a la crisis global y se originó un terrible paro obrero, que desencadenaría una gran miseria, ya que la economía basada en la pesca resultaba insuficiente. 

En un intervalo muy corto de tiempo, centenares de trabajadores se quedaron sin forma de ganar su jornal diario. La crisis se vio aún más acrecentada por la inexistencia de las infraestructuras necesarias para paliar la dañada economía garruchera, como eran la canalización del Almanzora, la construcción del muelle o del ferrocarril de Lorca a Almería, medidas redentoras todavía no ejecutadas y solicitadas con tesón agónico a lo largo del último tercio del siglo XIX.

Toda esta sinergia de acontecimientos fatídicos provocó la aparición de uno de los grandes males de la humanidad: el hambre. El llamado Hambre del 15 (1915) fue una de las grandes tragedias que asoló a la clase obrera en la Garrucha de su tiempo. Y como consecuencia de todo esto, se produjo una constante y progresiva emigración, lo que llevó a Garrucha a perder la mitad de su población a lo largo del siglo XX.

Veamos ahora algunos de los empleos más comunes que desempeñaba la clase humilde:

Mineros:


Grupo de mineros (hombres, mujeres y niños) en Bédar. Hacia 1890.
(Extraída del libro Memoria histórica, fotográfica y documental de Garrucha (1861-1936). Vol. II)

Si por algo se caracterizó el levante almeriense en el siglo XIX fue por su intensa actividad minera. Miles de jornaleros agrícolas se reconvertieron en mineros, mano de obra barata que trabajaba en unas condiciones infernales para arrancar de las entrañas de la tierra los ansiados minerales.

Existen varios testimonios de época sobre lo duro de este trabajo, como el que nos tributó D. José Bueno Cordero, Director del periódico garruchero El Eco de Levante, que, visitando las minas de Bédar en febrero de 1900, se topó con una comitiva fúnebre por la muerte de un minero:

[…] Así vive y muere el obrero en estos penosos trabajos. Así arrastran su existencia generaciones enteras, siempre apegados al terruño los unos, en lucha con la Naturaleza los otros, removiendo montañas con la ayuda de la dinamita, ese arma de titanes. Así viven y así mueren, sin redención posible, para ganar el mezquino mendrugo de pan, que si para otros sería insuficiente, para ellos que no conocen otros medios de vida, metidos en breñales y rocas, constituye el colmo de la aspiración.

El minero: ¡he aquí el paria de las sociedades modernas! Entregado al abrumador trabajo, vive siempre a dos pasos de la muerte, que le acecha en la galería, en la trancada, en la vía férrea, y entre los vagones, que pueden aplastarle cuando menos lo espere.

(El Eco de Levante, Garrucha, 23 de febrero de 1900)

Pero el trabajo de minero no sólo lo desempeñaron sufridos hombres, sino que también mujeres y niños padecieron la crudeza de este empleo. Sobre estos últimos se comentó en un artículo de 1883 lo siguiente:

Raro es el minero que en la Sierra (Almagrera) se encuentra con los cuarenta años. Si esto es triste, todavía lo es más ver los muchachos que trabajan generalmente en el arrastre inferior. No es preciso ser tierno de corazón para entristecerse viendo cuadrillas de niños  transportando todo el día o toda la noche, sobre sus desnudas espaldas, espuertas de mineral por penosísimas trancadas y perseguidos por la correa de capataz de gavia, cuando no corren lo necesario para limpiar pronto los escombros.

(“Una visita a Sierra Almagrera, en la provincia de Almería”,
Revista de Minas, nº XXXIX, 1883)

Sin lugar a dudas, la labor del minero era dura, penosa y peligrosa. Además, apenas tenían derechos laborales y recibían por tan arduo trabajo los llamados “salarios del hambre”. Por ello, no es raro que pronto en ellos calasen las ideas anarquistas y socialistas como medio de defensa a la opresión de los capitalistas sin escrúpulos. En este clima de explotación y penuria social se producirían algunas huelgas, como la famosa de mayo de 1890 en la que mineros del Pinar de Bédar exigieron 10 horas de trabajo, un aumento de los salarios del 25% y pagos quincenales. Tan sólo parece que accedió la empresa a lo relativo del tiempo de la jornada laboral.

Personal de servicio:

En el levante almeriense, con el boom de la minería a partir de 1838 y el rápido enriquecimiento que tuvieron algunas familias, el personal de servicio fue un oficio muy demandado. Las nuevas familias pudientes, a imitación de la aristocracia, se pintarán retratos, se construirán casas-palacios y tendrán una legión de «criados» para atenderles, como muestra del poderío económico conquistado.
Por personal de servicio se conoce a un perfil profesional variado: mayordomos, amas de llave, cocineras, amas de cría, niñeras, limpiadoras, cocheros, mozos… una diversidad de dedicaciones que se aglutinaban bajo la palabra «criada» o «criado». También se debe incluir a los cortijeros y pastores, que cuidaban y sacaban rédito a las fincas y al ganado propiedad de sus señores.
En Garrucha, donde las 2/3 partes de la población pertenecía al estamento proletario, era una buena salida profesional para muchas personas necesitadas, ya que si lograban ser contratadas recibían salario, ropas, alojamiento y manutención.
Como anécdota cabe comentar que en su época se decía que una muestra de la riqueza de una familia era ver cómo iban vestidas y enjoyadas las criadas de la casa.
Marineros dedicados a la carga y descarga de buques:


Buque descargando en Garrucha. Hacia 1900. Fotógrafo: F. de Blain
(http://www.portalmanzora.es/a/modules.php?name=coppermine&file=displayimagepopup&pid=6223&fullsize=1)

Tras la instalación en Garrucha de la fundición San Ramón en 1841 y otras fábricas metalúrgicas, que demandaban carbón para sus hornos y exportaban minerales manufacturados por la rada del municipio, muchos marineros dejaron la pesca y se dedicaron a la carga y descarga de buques. Un oficio en expansión y demandado, dada la cada vez más pujanza industrial y comercial del levante almeriense, y que durante medio siglo ocupó a muchísimas  personas.
En un primer momento se usaron las barcas de pesca, aunque pronto se profesionalizó este trabajo y se emplearon gabarras o lanchas, embarcaciones mucho más apropiadas, dada su robustez y la posibilidad de transportar varias toneladas de minerales o mercancías en un solo viaje.
En poco tiempo Garrucha contó con una considerable flota de gabarras que trabajaban no sólo en el municipio sino que abarcaban buena parte del litoral levantino, desde Carboneras a Palomares.
También debe incluirse en este grupo al personal dedicado a la carga y descarga en tierra de las embarcaciones.
Sin lugar a dudas, fue un empleo muy apreciado y, dentro de lo que cabe, bien pagado si lo comparamos con otros oficios de la época. No obstante, la progresiva paralización de la actividad industrial y comercial como consecuencia de la Primera Guerra Mundial y su posguerra llevó a este antaño lucrativo sector a una notoria decadencia.
Pescadores:
El oficio por excelencia en Garrucha, un municipio de tradición marinera cuyos primeros pobladores fueron precisamente pescadores. Esta profesión tuvo su edad dorada gracias al auge demográfico vivido por la localidad en el último tercio del siglo XIX con motivo del apogeo industrial y comercial, ya que los productos del mar fueron demandados en mayor cantidad. Asimismo, la pesca no sólo se ceñía a servir a Garrucha pues también surtían los garrucheros a los pueblos del interior.

Sin embargo, era una de las profesiones más peligrosas y sacrificadas, ya que al no contar Garrucha hasta bien entrado el siglo XX con un puerto refugio, los pescadores quedaban expuestos a las inclemencias meteorológicas, siendo especialmente peligroso cuando regresaban a casa con el mar revuelto. Ello provocó que a lo largo de su historia hubiese significativos naufragios, algunos producidos a pocos metros de la playa, cuando las olas volcaban las barcas al intentar arribar a tierra.

Los ancianos pobres tenían que
implorar caridad pública en muchas ocasiones
para sobrevivir. Hacia 1875. Fot: J. Rodrigo

(Extraída del libro Memoria histórica, fotográfica y documental
de Garrucha (1861-1936. Vol. II)
Asimismo, recordar en este artículo a los ancianos y los inválidos de la clase humilde. Sin lugar a dudas, fueron dos de los colectivos más vulnerables de la época, ya que muchos de ellos no tenían otra salida que mendigar para subsistir. Tampoco olvidar a las viudas de los obreros, que debían sacar adelante normalmente a una extensa prole sin apenas recursos, lo que llevó a muchas de ellas a tener varios empleos de pobre remuneración o a implorar caridad pública.

También se dieron casos de robo por necesidad, como vemos en el siguiente artículo publicado en el periódico El Levante de Garrucha el 8 de febrero de 1889, donde un patrón de una barca de pesca sorprendió a una mujer robándole almejas:

Su primer impulso fue estrangularla; pero luego desahogó su indignación llamándola ladrona y otras cosas, cuando ella le dijo humildemente:
—No me pegue V. que eran para hacerle unas sopas a mis hijos, que están muriéndose de hambre.
— ¿Dónde están sus hijos?
— Mírelos Vd. —respondió la infeliz— señalando con la mano al sitio donde había cinco niños medio desnudos y morados por el frío.
Cambió por completo la actitud del rudo patrón.
—Traiga esa capacha y se la acabaré de llenar.
Y, con efecto, después de haberla llenado, metió la mano en el bolsillo y le dio un puñado de cuartos, diciéndole:
— Toma para pan y que el día sea completo y ahora… largo.
La mujer se marchó y cuando ya iba a alguna distancia con sus hijos los llamó nuevamente el patrón.
Mira, ven todos los días; dinero no podré dar, pero un puñado de almejas para que coman esos angelitos no te ha de faltar.
La mujer se despidió del marino con los ojos arrasados de lágrimas y bendiciendo su caridad.

Otro aspecto importante que sufrió la clase proletaria en Garrucha, como en el resto de los municipios de España, fue la enorme tasa de analfabetismo, como se muestra en la siguiente tabla:

Analfabetismo en Garrucha*
Año
Porcentaje (%)
1860
80-85
1877
85-90
1887
80-85
1900
70-75

*Datos obtenidos del artículo “El analfabetismo en la provincia de Almería (1860-1900)” de la autora Pilar Ballarín Domingo. 

Pese a que los diversos Ayuntamientos del municipio se preocuparon de solventar este problema, prueba de ello es que fue uno de los primeros de Almería en aplicar la Ley Moyano, declarando gratuita y obligatoria la Enseñanza Primaria en 1879, la insuficiencia de aulas para atender a una enorme cantidad de niños y las malas condiciones salariales y de hospedaje de los maestros hizo que la enseñanza pública en Garrucha fuese de poca calidad. Además, a todo esto se unía el gran absentismo escolar debido al trabajo infantil.

Para mejorar las condiciones de la clase obrera surgieron en Garrucha a principios del siglo XX una serie asociaciones sindicales que perseguían la defensa de los derechos de los trabajadores, así como fomentar la instrucción y asegurar la asistencia médica a sus miembros y familias. Entre los sindicatos garrucheros se pueden mencionar “La Luz”, “La Precisa” y “La Unión Obrera”, estando al frente de este último destacados políticos sensibles a las causas obreras como don José López López o don Pedro Berruezo Gerez. También aludir al Pósito de pescadores de Garrucha, creado en 1917, que cubría económicamente en caso de necesidad, ya fuese por enfermedad o accidente, a sus asociados, y asistía a sus familias en caso de producirse el fallecimiento de uno éstos. Asimismo, citar al Círculo de Amigos, fundado en 1909, que, en imitación al Casino de la clase pudiente, procuró culturizar y educar al obrero.

A la «otra Garrucha» va dedicado el presente artículo, a los olvidados, el motor silencioso de la economía garruchera, ya que sin sus modestas y sacrificadas contribuciones al desarrollo de Garrucha la historia del municipio no hubiera sido la misma.


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