sábado, 20 de enero de 2018

Los años de Alí Bey en Vera


Domingo Badía como Alí Bey
Los años de Alí Bey en Vera suelen contarse de manera fugaz en la mayoría de sus biografías, como si los 15 años que estuvo en el municipio almeriense no fuesen más que un abrir y cerrar de ojos en la vida del personaje. Sin embargo, a ojos de la Historia su estancia en Vera fue clave para que el joven muchacho Domingo Badía Leblich se convirtiera en el intrépido Alí Bey, por lo que merece la pena recordar con algo más de profundidad sus años veratenses.

Como ya comentamos en el artículo Alí Bey y su relación con la familia Berruezo en Vera, Domingo Badía llegó a Vera en 1778, a la edad de 11 años, con motivo de haber sido nombrado su padre Contador y Comisario de Guerra de Vera. Niño prodigio, lo que hoy llamaríamos un superdotado, nació para sobresalir y pronto lo hizo.

En 1783, a los 16 años, fue nombrado Administrador de Utensilios en la Costa de Granada y tan bien desempeñó su cometido que dos años más tarde le fue otorgado el empleo de Contador de Guerra, con sueldo de 1500 reales anuales. Pese a su juventud, tal era su valía que su carrera como funcionario estatal siguió creciendo rápidamente. Así pues, en 1786 le fueron otorgados nuevas responsabilidades al asumir, aparte de la Contaduría de Guerra, la Tenencia de Tesoro del Partido de Vera y la intervención en la recaudación del Tigual y sus fortificaciones.

Pero en Vera no sólo se afanó en el trabajo, también se aplicó con gran tesón al estudio en un ambiente erudito favorecido por la Ilustración veratense emanada de la Real Sociedad Patriótica de Amigos del País de la Ciudad de Vera y su Jurisdicción, fundada en 1776. En estas circunstancias, una de las personas que marcarían su juventud fue un rico comerciante local, D. Pedro Berruezo Caparrós, que poseía una importante biblioteca y a la que Badía acudía con regularidad en demanda de más y más conocimiento. Asimismo, el joven Domingo Badía poco a poco se fue haciendo una interesante biblioteca personal en Vera, ya fuese por compra o regalos que el propio Berruezo hiciese al inquieto muchacho. Gracias al célebre historiador D. Juan Pérez de Gúzman podemos conocer algunos de estos libros, lo que nos da idea de sus intereses en aquella temprana y despierta juventud en el levante almeriense:

  • Cartas físico-matemáticas, de Almeyda
  • Física del Cielo, de Berthin
  • Reflexiones sobre la naturaleza, de Sturn
  • Espíritu de los Sabios, de Prevoux
  • Entretenimientos físicos, de Regnault
  • Matemáticas puras, de Le Maur
  • Química, de Foronda
  • Química, de Baumé
  • Química, de Dijon
  • Física, de Segáud de la Fond
  • Historia Natural, de Fourcroy
  • Lógica, de Coudillac
  • Viaje estático, de Hervas
  • Apología, de Feijoó
  • Crianza física de los niños, de Balexerd
  • Filosofía, del Lugdonense
  • Fábulas, de Samaniego
  • Examen de ingenios
  • Contra los francmasones
  • Historia de España, del P. Isla
  • Conquista de Méjico, de Solís
  • Viaje a Arabia, de Nieburg
  • Viaje a los Alpes, de Saussare
  • Orinoco ilustrado, de Gumilla
  • Noticias americanas, de Ulloa
  • Posibilidad de la Alchimia
  • Origen de las Leyes, Artes y Ciencias
  • Usos de las esferas y los globos
  • Real gabinete de máquinas
  • Telémaco
  • Antenor
  • Teatro de los Dioses
  • Artillería, de Saint-Renié

A la vista de la diversa temática de la biblioteca de Badía, el citado historiador comenta en su artículo “El primer ensayo de Aerostación en España” (1910) que “en ningún otro periodo de su vida se echa ver tanto la aplicación al estudio de Badía y Leblich, como en los años de su juventud en Vera.”

En Vera no todo fue trabajar y estudiar, también tuvo tiempo para el amor y acabó casándose el 26 de septiembre de 1791 con su amada Mariquita, hija de su mecenas y amigo D. Pedro Berruezo Caparrós y de Dña. Antonia Campoy de Salas. Con ella tendría tres hijos: Pedro, Asunción y José, aunque sólo el primero nació en Vera.

Un pasaje muy poco conocido de la vida Badía es que fue designado por el Ayuntamiento de Vera para un cargo municipal, lo que denota la estimación pública que tenía. Así pues, el 31 de diciembre de 1792 fue elegido Diputado del Común, tomando posesión el 1 de enero. Para comprender las funciones de este empleo podemos recurrir el artículo “Los diputados del común y el síndico personero del Ayuntamiento de Palma (1766-1808)”, del autor Eduardo Pascual Ramos, en el que se nos comenta que los Diputados del Común "tenían voto, entrada y asiento en el Ayuntamiento después de los Regidores, para tratar y conferir en punto de Abastos (aprovisionamiento de víveres); examinar los pliegos, o propuestas que se hiciese; y establecer las reglas económicas tocantes a estos puntos, que pide el bien común para favorecer la libertad del comercio de los Abastos, para facilitar la concurrencia de los vendedores, y a libertarles de imposiciones y arbitrios en la forma posible. En los actos y funciones públicas estaban obligados a vestir de negro. Su campo competencial fue ampliado con el paso del tiempo participando en cuestiones gubernativas que anteriormente les estaban vetadas. Tenían facultad de protestar las resoluciones del Ayuntamiento si consideraban que eran contrarias al bien público, aunque sin capacidad para suspenderlas pero con derecho a recurrir a la Audiencia por el Real Acuerdo.“ Poco tiempo disfrutó este empleo, pues el 28 de Junio de 1793 fue nombrado por Real orden Administrador de Tabacos de Córdoba, trasladándose con su familia a vivir a la bella ciudad califal y dejando su querida Vera para nunca más volver, aunque mantuvo contacto epistolar durante toda su vida con sus suegros y cuñados.

Firma de Domingo Badía en las Actas Capitulares de Vera.
Enero de 1793. Archivo Municipal de Vera.
Pero Domingo Badía no pasaría a la Historia por una carrera exitosa en la Administración o por su fama de hombre sabio en su época sino por convertirse en Alí Bey, por adentrarse como aventurero, espía y científico en los países islámicos, como nunca antes nadie se atrevió a hacerlo.

Sin lugar a dudas, en Vera entró en contacto con las leyendas y tradiciones moriscas que recorrían la zona del Bajo Almanzora, lo que le causaría fascinación. Este interés hacia el mundo musulmán se vio aumentado con los viajes que realizó acompañando a su padre a África, pues éste también fue Asentista factor y provisor de los presidios africanos. El idioma, las costumbres, las vestimentas, el Corán, los santones… todo fue cautivando al inquieto joven Badía en aquellos primigenios años. La forja de Alí Bey daba comienzo.


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