jueves, 26 de abril de 2018

La heroica Juana Ayora, madre en tiempos de guerra



Agustina de Aragón. Óleo de Augusto Ferrer-Dalmau
Dicen que detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer y en el caso que nos concierne bien merece la pena recordar a la grandísima doña Juana Ayora Guevara, la formidable mujer que se esconde tras la heroica figura de don Cleofás Berruezo de Aro, de memorable recuerdo familiar.

Doña Juana vino al mundo un caluroso dos de julio de 1779 en el seno de una familia acomodada de Vera, entre cuyos ascendientes se encuentran los primeros repobladores cristianos del municipio a finales del siglo XV. Era hija de don Fernando Ayora Mellado, hacendado, militar de caballería del Regimiento Costa de Granada y funcionario de la Real Hacienda, y de doña Ana Guevara Martínez.

Criada en la Vera de la Ilustración del último tercio del siglo XVIII, el 10 de mayo de 1797 contrajo matrimonio con don Cleofás Berruezo de Aro en la Iglesia de Nuestra Señora de la Encarnación. Ella tenía 17 años, mientras que él, militar en el mismo Arma que su suegro, tenía por aquel entonces 24 años y pertenecía a una familia de notables, siendo su padre don Jacinto Berruezo Soler, hacendado y Alcalde ordinario del vecino municipio de Turre.

El matrimonio Berruezo Ayora vivió en un primer momento en Vera, donde nacieron cinco de sus 11 hijos. Sin embargo, la invasión francesa y la epidemia de fiebre amarilla que asoló la localidad en 1810 motivó que la familia se traslade a vivir a Turre, donde Cleofás disponía de propiedades familiares. Aquí nacieron el resto de sus vástagos.

Duros fueron los años de la Guerra de la Independencia para el hogar familiar. Su marido y su padre combatían incasablemente a los franceses, mientras que ella en casa, junto a seguramente otras valerosas y sufridas mujeres de la familia, cuidaba a la extensa prole. Cometido impagable y más en aquellos convulsos momentos de escasez, angustia y terror.

Mucho le debe la familia a nuestra particular Agustina de Aragón, mujer formidable que sacó adelante a esa gran saga de hermanos que fueron los Berruezo Ayora, que andado el tiempo se convertirán en personalidades relevantes de los municipios en los que residieron.

La heroica doña Juana Ayora falleció en Turre el 7 de junio de 1834, a la edad de 54 años. Ella, que había vivido la dureza de la guerra contra el francés y la cruda posguerra, seguramente cerró los ojos aquel día con la lógica intranquilidad materna de tener a algunos de sus valientes hijos en el frente combatiendo en la Primera Guerra Carlista. Posiblemente sus últimos deseos en el lecho de muerte no fueron para ella sino porque Dios los cuidara, para que regresaran sanos y salvos; como así ocurrió. Tampoco cuesta imaginarse a aquellos hijos cuando volvieron a casa después de licenciarse, con sus galones ganados en mil batallas, con esos ojos que habían visto los horrores de los que era capaz el ser humano, hincarse de rodillas ante la tumba de aquella buena madre y recordar, bañados en lágrimas, aquel último beso en la frente que les dio y ese intenso abrazo cuando partieron a la guerra y que, por desgracia, hubo de ser el último.

A la memoria de mi pentabuela van dedicas estas breves líneas, así como a todas aquellas silenciosas mujeres para la historia que hicieron tanto en tiempos tan complicados, pues como dijo el escritor Richard Nathaniel Wright: «Sin duda, las mujeres españolas son las más bellas del mundo. La mujer española es sólida, la mujer española se echa el país a sus espaldas».



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